
En la Universidad La Trobe, en Melbourne, encuestaron a 330 estudiantes universitarios con el objetivo de determinar si habían tenido un amigo imaginario en su niñez. ¿Resultados? Los estudiantes que habían tenido una compañía imaginaria mostraban mejores habilidades comunicativas y eran más empáticos y creativos que el resto de sus compañeros. Además, también mostraban una tendencia a inclinarse profesionalmente por el arte y la poesía.
Paralelamente, en colaboración con la Universidad de Manchester, se investigaron 44 niños con edades comprendidas entre los tres y los seis años; la mitad de los cuales tenía amigos imaginarios. Se comprobó que éstos últimos poseían un vocabulario más rico y eran más creativos que el resto de sus compañeros.
¿Por qué? Parece ser que estar a cargo de las dos partes de la comunicación facilita el desarrollo de habilidades comunicativas, no solo porque amplía el vocabulario de los pequeños sino porque además les ayuda a descentrarse y comprender la realidad desde la perspectiva del otro, logrando un mayor desarrollo en su esfera cognitiva. Por otra parte, los amigos imaginarios ayudan a los niños a expresar sus sentimientos y en ocasiones actúan de forma catártica, disminuyendo cualquier comportamiento agresivo o violento.
Sin embargo, en algunos casos aislados, la aparición de un amigo imaginario puede considerarse como un intento del pequeño por satisfacer sus carencias afectivas. En otras ocasiones (generalmente cuando el niño inicia la edad escolar) el amigo imaginario surge como un chivo expiatorio que le sirve de escudo para explicar aquellos comportamientos que son rechazados en el ámbito familiar. Entonces es necesario que padres o educadores estén atentos pues esta figura de fantasía ha surgido para expresar alguna dificultad, carencia o trauma que está evidenciando el niño.
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